jueves, 9 de junio de 2016

QUERERSE MÁS.



Quererse mucho no siempre es sólo quererse mucho. A veces son otras cosas. Y para saber cuánto se quiere, no sólo hay que decir cuánto se quiere.

Quererse mucho, es verdaderamente quererse mucho cuando no importa cuánto, porque la cantidad no es lo imprescindible, ni lo que lo explica. No es mucho o poco, porque es más, porque está por encima.

Querer a veces también es encontrarse, a través de los años, de los kilómetros y de los caminos. Es saber volver sin retroceder. Reaparecer sin destruir. 

Querer es perdonar (o al menos estar dispuesta a intentarlo). Es dar la oportunidad, es mantener una fe inquebrantable en la parte buena de las personas.

Querer es asumir, afrontar y pelear lo malo. Es abrir brechas para cerrar heridas.

Querer es poder y querer ser quien eres, y dejar ser. Todo el tiempo, sin excepciones, sin condiciones. 

Querer es sentir que un abrazo es la solución final. Es ser la paz de alguien; el lugar donde respirar.

Es un “menos mal”.

Es cuidar y dejar que te cuiden. Es saber que estás y que estarán. Es reciprocidad, estar al mismo nivel, entregar y recibir. Y entender. Entender cómo y cuánto. Entender qué y por qué.

Y quererse, a veces, es querer que pase. Es querer intentarlo. Es ser en lo bueno y en lo malo. 

Y decirlo. Querer de verdad también es decirlo. No lo olvidéis.

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