jueves, 19 de julio de 2018

Desaparecer


Hace poco os conté una historia sobre un caso que vi en Anatomía de Grey y que me rondaba la cabeza (si no la leíste tiene que estar por aquí abajo) y os dije que había otro que me estaba haciendo lo mismo, revolotear por ahí diciendo “suéltame”. Y bien, allá voy.

Capitulazo de Anatomía de Grey es sinónimo de catástrofe, claramente. En este caso, un accidente del ferry. Pues bien, entre las numerosas víctimas del accidente hay una mujer (joven y embarazada) que queda aplastada y a consecuencia de esto, su cara queda completamente desfigurada. Además, sufre amnesia, no recuerda nada. No sabe quién es y nadie puede reconocerla. 

Pasan varios días y “la paciente desconocida” continúa sola en el hospital sin que nadie la busque. Esto hace que la doctora que la trata y que lleva varios días a su lado se empiece a cuestionar “¿si yo desapareciera, alguien se daría cuenta?”

A mí me pasó lo mismo. Inevitablemente pensé, si un día desaparezco, si me cuelo en una alcantarilla, si me quedo encerrada en un ascensor o en mi cuarto, si me pierdo, si por alguna razón por absurda que parezca, desaparezco durante unas horas… ¿se daría cuenta alguien? ¿quién sería la primera persona en percatarse de que no estoy? 

No me gusta la gente que desaparece porque yo sí me doy cuenta. No me gustan las ausencias (voluntarias) porque son la manera más cruel de comprobar la verdad. A lo mejor es por eso, porque si desapareciera, descubriría la verdad: que no te darías cuenta. 

La verdad universal que más llantos ha causado, “no sabes lo que tienes hasta que lo pierdes”. Hasta que se te pierde esa camiseta, hasta que se acaba esa etapa, hasta que ella se va, o hasta que tienes que irte. De idiotas pero absolutamente certero. Infalible. Si quieres saber cuánto quieres a alguien, de verdad, piérdelo. 

Eso sí, cuando lo sepas, probablemente será demasiado tarde.


Si desapareciera, ¿te darías cuenta?

jueves, 5 de julio de 2018

Dolor ininterrumpido.


De la mejor serie del mundo por todos sabido que es Anatomía de Grey he aprendido muchas cosas. Últimamente pienso mucho en un par de casos que me tocaron la fibra y se me quedaron ahí rondando. Hoy os voy a contar uno y a lo mejor otro día, otro.

[Vaya por delante que claro, todos los médicos ahí son los mejores del mundo. Así que cualquier caso que otros no han podido resolver, cualquier operación que cualquier otro no podría hacer, ELLOS Y ELLAS PUEDEN.]

Un día llegó al hospital un señor (ya algo mayor) con una especie de migraña. Un dolor muy fuerte de cabeza que llevaba soportando como unos ocho años. No podía deshacerse de él nunca, no podía centrar su atención en otra cosa, no podía vivir porque su dolor le invadía absolutamente.

En esos años que padeció el dolor, su mujer enfermó y falleció, y sabéis qué; no pudo sufrir su pérdida. Perdió a su mujer, al amor de su vida, la persona con la que había compartido la mayor parte de sus años y a la que quería con locura, Y NO PUDO SENTIR EL DOLOR DE SU PÉRDIDA porque no podía sentir nada más que el dolor de su migraña.

Después de ocho años un doctor descubrió el verdadero motivo de su dolor de cabeza, una migraña mal diagnosticada que podía curarse con una operación de lo más sencilla. Le operó y por fin, el hombre dejó de sentir dolor. Por primera vez después de ocho años dejó de sentir su dolor. Ese dolor que le había impedido sentir cualquier otra cosa.

El hombre lloraba, en una mezcla de alivio y pena, y sólo podía lamentarse de no haber sido capaz siquiera de sentir la pérdida del amor de su vida.

Cuando el hombre decía eso, cuando explicaba su agonía, lo entendí. Entendí la sensación de estar tan invadida por algo que no puedes sentir nada más. Soportar durante años un dolor de nivel 7 u 8 en una escala del 1 al 10, de manera ininterrumpida, sin tregua, sin descanso. Un dolor tan poderoso que te impide sentir siquiera otro dolor. Ni aunque otro dolor sea de nivel 10. Da igual, no importa porque no llegas a sentirlo. Ya te pueden rodear mil dolores más fuertes, más importantes y con más sentido, o toda la alegría del mundo; que no lo sientes. No puedes sentirlo porque sólo sientes una cosa, tu dolor poderoso e ininterrumpido de nivel 7. 

Y a veces echas de menos incluso eso, el dolor. Echas de menos sentir otro dolor, uno cualquiera, pero que no sea el mismo que lleva invadiéndote años. Echas de menos sentir, sentir lo que sea, cualquier cosa que por horrible que sea será mejor que lo que sientes ya. Echas de menos llorar, pero que ese llanto tenga otro motivo.

Quieres tanto que ese dolor desaparezca que lo cambiarías incluso por otro dolor. Mejor o peor, más intenso, más flojito… lo que sea, pero que sea diferente.

Al final siempre llega un día que encuentras al cirujano o cirujana que consigue dar con el diagnóstico, encuentra o es en sí misma el tratamiento, y te lo quita. Te quita ese dolor ininterrumpido de los últimos años, puede que sea con una cirugía rápida y tajante, o puede que sea poco a poco; pero te lo quita. Puede que sea una sola persona o puede que sean varias. Lo importante es que un día llega, y te liberas de ese dolor invasivo que te había estado robando la vida. Te había privado de sentir cualquier otra cosa, de respirar, de reír a carcajadas, de cantar, de bailar, de llorar… te había privado de todo. Así que erradicarlo es como volver a nacer, es volver a vivir. Es recuperar todas tus capacidades, recuperar todo tu cuerpo, el control, las posibilidades, las sensaciones. Es recuperar tu libertad.

Y yo supongo que de toda esa mierda y de todos los días, meses o años que un dolor te ha robado de vida, sólo te queda aprender. La regla número uno, que no hay nunca nadie que merezca ser tu dolor ininterrumpido e invasivo. Nadie (ni nada) debería robarte la libertad de seguir sintiendo todos los días, todas las cosas. De disfrutar lo bueno y llorar lo malo. La regla número dos, que cuando un dolor empieza a alargarse en el tiempo no hay que dejar de buscar el diagnóstico adecuado para poder tratarlo, que en algún sitio está esa persona que va a buscar sin parar hasta encontrarlo, hasta calmártelo. 

Y seguramente hay muchas más. Ahí os lo dejo ya a cada cuál.