lunes, 24 de octubre de 2016

Accesos



Hablando de todo un poco hace unos días con una amiga mientras viajábamos en coche, me decía lo mal comunicada que está Moratalla. Decíamos, básicamente, que si vienes a Moratalla es porque vas allí, únicamente; que no “pilla de paso” si vas a cualquier otro sitio.

Algo que, a priori parece negativo. Pero yo creo que no.

Lo bueno de ser un lugar de “difícil acceso” es que sabes que si alguien viene, lo hace de verdad. No quedan dudas. 

Creo que también hay personas mejor comunicadas que otras, personas que pillan de paso y personas a las que sólo vas si quieres llegar a ellas de verdad. Personas que tienen la autovía al lado, y personas que están en lo alto de la montaña.

A veces pensamos que lo fácil siempre es lo mejor; que los demás siempre van a preferir llegar a nosotros si les simplificamos el camino. No digo que a veces no resulte más cómodo y positivo, incluso que sea necesario de vez en cuando. Pero yo prefiero saber que alguien viene por mí, no porque pasaba por aquí. Prefiero que me quieran con mis curvas, mis cuestas y mi lejanía. Que hagan los kilómetros incansablemente porque al final estoy yo, y merece la pena. 

Prefiero a quienes entienden que los problemas de comunicación no le quitan valor a nadie, sino que nos ofrecen la posibilidad de viajar por lugares que probablemente en nadie más vamos a encontrar. Que son únicos, pedregosos a veces, pero exclusivos.

Así no me caben dudas, así sé quién viene porque quiere venir. A quién dejo entrar y a quién no. Quién me espera fácil y quién me quiere a pesar de lo difícil.

lunes, 10 de octubre de 2016

Octubre



Me he hecho a tomar café y no sé si es porque tuve que subir el ritmo, o si el ritmo ha subido porque me he hecho a tomar café. Cuando te despiertas y no es donde siempre, abres más los ojos. Que a lo mejor antes no te estabas despertando y sólo estabas abriendo los ojos.

En uno de estos despertares entendí que a lo mejor nunca se deja de querer, o eso aún no lo sé, pero sí se deja de otras muchas cosas. Sí se deja de adorar, de respetar, de admirar y de sonreír. Y ya no sé si se sigue queriendo por inercia, por química o por (auto)imposición; pero seguramente no tenga sentido. 

En otros he ido aprendiendo que casi nunca, nada, está repartido como las personas merecen. Y aunque debiera ser el principio más básico, no lo es. 

La vida está llena de cualquieras que quieren a ratos, que se entregan a medias, que duelen y que abandonan. Y probablemente acabarán más llegando más alto que los que lo dan todo, los que se quedan siempre y nunca te dejan. 

Octubre, el ritmo, el café, la ciudad, las prisas y la realidad me han recordado que para el amor uno tiene que ser valiente. No solo para ser un buen amante, atrevido, incondicional, leal y apasionado; sino para ser (y qué importante es ser) un buen amado, digno de tanto como el amante es capaz de entregarle.

Y es tan difícil que al final siempre hay un día que duele. Le duele al valiente porque se arriesga, porque se expone, porque se da, en todo su ser. 

Pero llegará noviembre, y me aventuro a firmar que volveremos a hacerlo.

domingo, 18 de septiembre de 2016

El aire de la calle (de Dublín)



Hoy facebook me ha recordado que hace justo un año que inauguré “Alma de Superhéroe”. Este lugar donde un poco más adelante iba a compartir con todo el mundo que me había decidido a cumplir un sueño.

Hoy tenía, necesariamente, que escribir algo. Y aquí, en este año, cada palabra escrita ha tenido siempre un sentido y el sentido casi siempre es una persona (o más de una). Y hoy también.

Porque además, es septiembre y septiembre a mí siempre me huele, me sabe y me suena a Dublín. A la ciudad más bonita del mundo y a la que más me ha llenado el alma hasta ahora. Hace cinco años mi vida estaba cambiando por momentos. Cada minuto, cada persona que se cruzaba, cada palabra pronunciada en un inglés incomprensible para mí. Cada paso, cada fachada, cada castillo y tantos puentes. Todo me estaba enseñando, siempre. 

Y septiembre, y Dublín, y todo lo demás a mí también me dice Rocío. Porque nada, nunca, hubiera sido así si aquél avión no lo hubiéramos cogido juntas.

No exagero si os digo que aquel septiembre reí más que en toda mi vida (y me he reído mucho en mi vida eh). Reír hasta llorar. 

Han pasado cinco años en los que no hemos hecho más que seguir sumando. Seguir creciendo y seguir compartiendo. Hemos arreglado decenas de putos días, hemos comido pizza hasta reventar, hemos pateado calles (lo que más me gusta). Nos hemos seguido riendo tanto o más. Hemos compartido un libro y hasta un proceso legal (porque a veces la vida tiene esas cosas).

Este septiembre más que ningún otro espero que te invada el espíritu irlandés del verde esperanza y el trébol de la buena suerte. Porque aunque a veces parezca que no, todo pasa. Y al final siempre ganan los buenos.

Que los demás vayan y vengan, y hagan, y digan, y mientan… nosotras vamos a seguir estando, y riendo, y soñando.

Ya sabes, acuérdate de vivir.

<“Memento vivere”, se podía leer en algunas inscripciones de antiguos relojes de sol.
Acuérdate de vivir. Cuando veas pasar el tiempo inexorable, arrastrado por el sol de estos días inciertos, acuérdate de lo que queda pendiente, de la obligación de perseguir los sueños, de las ventanas abiertas. Aunque la ciudad a veces parezca Fort Apache a punto de claudicar, aunque a veces tu pena exhale un perfume muy dulce y se apaguen los cuerpos, acuérdate de vivir.
>



PD: son las 6 y el despertador dice que el aire de la calle nos espera.


jueves, 8 de septiembre de 2016

El dolor (del 1 al 10)



La intensidad del dolor se puede intentar medir en una escala del 1 al 10. Cuánto te duele, ahora mismo. Y la intensidad dice mucho de un dolor y de lo soportable que puede ser, pero no lo dice todo.

Yo creo que la capacidad para soportar un dolor no está tanto en la intensidad del mismo, sino en el tiempo que lo vas a tener que soportar. Y a veces, no saber cuánto tiempo va a dolerte algo, es lo que de verdad te duele. Lo que te desespera, lo que te hace creer que no podrás. 

Por eso siempre duelen más las primeras veces. Porque no lo sabes. Porque no sabes que se pasa. Que todo pasa. 

No voy a negar que la primera vez que te rompen el corazón (o cualquier otra cosa) duele mucho, puede que del 1 al 10… un 12. Sí, esa intensidad es cierta. Pero la sensación es de 20, de 50, de mil. Porque ya no es el corazón roto lo que te duele, es la desesperanza. Es la idea de que eso no va a acabarse nunca, que ese dolor no va a calmarse. Por eso es tan insoportable, porque crees que es para siempre. 

Yo creo que la verdadera fuerza para soportar el dolor está en la confianza en que pasará. Saber que algo (que duele) tiene un final es lo que hace que no tires la toalla. Eso es lo que aprendes cada vez que algo te duele tanto que crees que no sobrevivirás. Aprendes que sí, que sobrevives. Que todo acaba, lo bueno y afortunadamente también lo malo.

Os he dado la clave, el truco. Os hago un spoiler y os adelanto que sobreviviréis. Aunque duela lo máximo, solo tienes que aguantar hasta que se pase. Porque se pasa. Prometido.

jueves, 1 de septiembre de 2016

CARTA AL AMOR DE MI VIDA (Alma de Superhéroe)



Hola, amor. (Qué bonito poder llamarte así, por tu verdadero nombre)
Tenía que hacer una parada en este viaje para mirarte tranquilamente, para observarte y sobre todo, para contártelo.
He decidido embarcarme en un sueño, y tengo el deber de hacer un alto en el camino para compartirlo contigo porque la realidad  es que mi sueño comenzó en ti, contigo. Si hoy puedo escribir esto, si tú estás leyendo, si alguien en algún lugar está leyendo, es por ti. Porque me encontraste, porque te encontré. Porque nos vivimos.
Aunque yo ya existía antes de ti, es desde entonces cuando realmente soy. Cuando llegaste nacieron partes de mí, de mis sueños. Me descubriste, tú. Sólo con aparecer ya me mostraste lo que nadie nunca. Lo que soy, lo que siento, lo que quiero. Lo que no sabía, lo que no entendía. Todo lo que no tenía sentido empezó a tenerlo contigo. Todo lo que desconocía de mí, del amor, de los besos. Las cosas que la vida no puede enseñarnos de otro modo, las cosas que no se aprenden en ningún lugar salvo en ti.
Por eso te debo parte de mi sueño, de mi alma en construcción. Porque fuiste el origen, el principio de lo que hasta hoy es todo. Las personas no nacen y mueren sólo una vez, sino tantas veces como encuentran luz en su interior y tantas como se enfrentan a la más temible oscuridad. Y yo nací contigo. Mi corazón ya latía antes, pero tú le cambiaste el ritmo. Y así con cada órgano, con cada sentido, con cada fibra. Todo empezó a ser de nuevo.
También morí por ti, contigo. En la vida todo tiene un precio, y cuando algo o alguien te crea, adquiere por defecto el poder de destruirte. Eso también me lo enseñaste tú.
Conocerte fue el inicio de un proceso (seguramente infinito) de construcción, de creación, de conocimiento, de evolución. Porque, aunque dejases de estar, no has dejado de ser, jamás. Sigues siendo en mí. Cada luz que prendiste sigue encendida, cada parte de mí que me mostraste sigue funcionando. Todo sigue viviendo. Y aunque creyera que no podría, mi corazón sigue latiendo al ritmo que le marcaste. Un ritmo que se ha ido adaptando, amoldándose a mis pasos, a mi intensidad, a mis deseos y a mis ilusiones. Pero sin dejar nunca de ser aquél, el mismo.
Y yo sólo puedo darte las gracias. Porque desde que llegaste, mientras estuviste, al marcharte y al seguir siendo hasta hoy, no has hecho más que ofrecerme posibilidades, oportunidades. La oportunidad de sentir en cada centímetro de mi ser el amor verdadero, el amor más profundo e incondicional. Y soy consciente de que eso es un regalo. La oportunidad de empezar de nuevo, de reconstruirme. La posibilidad de elegir ser mejor, de querer mejor, de sentir mejor, de exigir mejor. De descubrir mis límites, de diferenciar el bien y el mal, lo que quiero y lo que no.
Compartir mi vida entera contigo es una de las cosas más bonitas que he hecho nunca. Entregarme al máximo y beberte hasta el último trago. Abrirte en canal, absorberte y sentir que nunca es suficiente, que siempre puedo querer más. Creer que eras imprescindible, que no podría vivir sin ti, y descubrir luego que sí, que puedo. Pero que si tuviera que elegir, elegiría siempre un mundo donde tú existieras.
Son tantas cosas, tantas posibilidades, que podría pasarme toda la vida dando las gracias. Gracias de verdad. Incluso aunque me arrancaras un trozo de alma que creía que no recuperaría jamás. A pesar del dolor, de lo que te he echado de menos. De los conflictos internos, de los pulsos entre la cabeza y el corazón. Aunque me hicieras dejar de creer por momentos. De confiar en que algún día volverán a cambiarme el ritmo. A pesar de todo y por encima de todo, sigo estando agradecida. Gracias por tantas primeras veces, por tantas puertas abiertas a lo desconocido. Por las noches, por los días, por las letras y los besos. Por tu calma a mi tempestad y tu silencio a mi ruido.
Creo que la mejor manera de agradecerte ha sido y será siempre, hasta el final, quererte con todo mi ser. Prestarte mi corazón cuando te rompan el tuyo, ser tu hogar cuando no sepas dónde ir y seguir cavando hasta encontrar la mejor parte de ti cuando todos los demás se hayan ido.
Otra forma, y la única que podía materializar, era ésta. Dedicarte un espacio en mi gran sueño. Enviarte esta carta, y gritar al mundo que el amor puede salvar, puede crear almas de superhéroe, personas mejores. Puede enseñarte quién eres y qué sueño quieres perseguir. Y te puede dar también la fuerza para hacerlo realidad.
Tengo todas las razones para escribirte porque la razón de todo, la esencia, has sido tú.
Te quiero, siempre.

(Alma de Superhéroe)