jueves, 22 de marzo de 2018

Arrancar la tirita


Hay cosas que dan más miedo de lo que duelen. Es como ir al médico o al dentista. Por mucho que algo duela, arrancarlo asusta más. Y esperamos, retrasamos el momento a pesar de que sabemos que es inevitable y necesario. A pesar de que sabemos que el dolor de arrancar o coser la herida no será peor que el de mantenerla.

Pero asusta, porque a veces, por mucho que algo duela, dejarlo duele más. Y dar el paso, ir al médico, arrancar la tirita, coser la herida, es más difícil que vivir con el dolor. 

Cerrar la puerta, dar el salto, mandar el mensaje, subirse al tren, romper el ciclo, empezar de cero… cualquier cosa que te ofrezca la posibilidad de mejorar, de cambiar, de avanzar y de ser un poco más feliz de lo que eres. No estancarte, no esperar hasta que el dolor te mate. No dejar que te invada y ocupe más parte de ti que tú misma.

Es necesario y es menos doloroso de lo que imaginas. Porque no es dolor, es miedo, es el qué pasará, el cómo será. Es el cuánto dolerá, más que lo que duele. 

Pero de verdad que, si ya duele, no podrá ser peor. Así que hazlo.

jueves, 1 de marzo de 2018

Veinte(mil) kilómetros



Los “recuerdos” de Facebook son un arma de doble filo. Algunos te revuelven las tripas sí, te recuerdan las pintas que llevabas hace años, lo feliz que eras con tu ex o cualquier cosa que la verdad es que no te gustaría recordar ahora. Pero no todo es malo. Como la vida misma, Facebook también te recuerda cosas bonitas, fotos de algún día de esos que te gusta revivir de vez en cuando. Y eso me ha pasado hoy.

Hoy, recién estrenado marzo, me ha asaltado un recuerdo de esos que te sacan una sonrisa. Hace dos años, un día como hoy, subí al pico del Buitre (es un pico que hay en Moratalla a 1427 metros de altura). 

Ya lo había subido una vez antes pero la verdad es que no lo recordaba tan jodido. Ese día se me hizo especialmente duro, alto y empinado. Pero lo subí. Y no sólo recuerdo que ese día respiré mucho y muy hondo, que tomé un aire que en ese momento me hacía mucha falta y sudé muchas cosas que llevaba dentro y me sobraban… lo que más recuerdo de ese día es que en cada metro del camino me estaba guiando la persona que posiblemente más me haya guiado nunca (en todos los sentidos en los que alguien te puede guiar) y que, para ese día, hacía demasiado tiempo que ya no. 

Y no sé si me hacía falta esa montaña para darme cuenta de cuánto la echaba de menos; pero desde luego, lo hice. 

Yo creo que hicimos unos veinte kilómetros (con una sensación de veinte mil), nos perdimos varias veces, dimos unas cuantas vueltas y me dolían todos y cada uno de mis músculos; y lo que me parece más increíble es que desde el primero hasta el veinte(mil), estaba sintiendo cuánto la quiero. Sin dejar de hacerlo ni un momento.

En todos esos kilómetros (y salvando algunos momentos en los que mi cuerpo solo podía concentrarse en sobrevivir) pude recordar y sentir dentro un montón de cosas. Cosas que tenía un poco olvidadas y lo que es peor, creía que no iban a volver.

Me acordaba de todas las veces que, de alguna manera, me había enseñado el camino sin necesidad de estar subiendo una montaña. De cuántas charlas en el sofá, de cuánto silencio, de cuántos abrazos, de cuántas palabras escritas, de cuántas cosas…

Me faltaron kilómetros para recordar cosas por las que agradecer y por las que quererla. Pero fueron suficientes para saber que no quiero que esas cosas se acaben nunca. Para estar segura de que la seguiría con los ojos cerrados y la confianza plena, sea cuesta arriba o cuesta abajo, aunque nos perdamos y aunque mis músculos no puedan más.

Me sobraron kilómetros para saber que ese día la montaña me dio mucho aire pero quien de verdad me hizo respirar fue ella (como tantas veces), solo con tener la sensación de que estaba allí, cerca; con la mirada, con los gestos, con los gritos al último de la cola.

Y hoy que hace dos años solo quiero que sigan siendo muchos más. Con las subidas y las bajadas que hagan falta, sean lo duros que tengan que ser los kilómetros y aunque a veces los músculos no puedan más. Que sigas acompañándome durante todo el camino. Que siempre te escuche a lo lejos y de vez en cuando te sienta de cerca. Que cuando se me olvide, me lo recuerdes. Que aunque ya lo sepa, me lo repitas. Que aunque no hable, me escuches. 



Que me abraces, que me quieras y que me domestiques. Porque si tú me domesticas, mi vida estará llena de sol. Seré para ti única en el mundo, serás para mí única en el mundo.