domingo, 13 de marzo de 2022

El vértigo de un para siempre

 

Hace unos meses, alguien me dio uno de los mejores consejos que me han dado nunca. No uno de esos que se dan por dar, no uno de esos que desde fuera parece fácil pero en la práctica nadie aplica, sino uno realmente valioso. Algo tan simple como poderoso: no pienses a largo plazo, piensa solo en “hoy”. No pienses que no vas a tener algo “nunca más”, sino que no lo tienes hoy.

Y sí, sigue siendo difícil soportar solo un día sin algo que quieres, echando de menos, o sobrellevando un dolor. Es difícil, pero puedes hacerlo. Sin embargo, pensar en que eso que te duele vaya a ser eterno, lo hace verdaderamente insoportable.

Ahí me di cuenta de que, lo que más duele, en realidad, es el peso del “nunca más”. Nunca más voy a abrazarte, nunca más voy a verte, nunca más voy a escucharte. Porque, aunque el dolor de un día sin algo o alguien sea el mismo, no se siente igual si tenemos por delante una fecha en la que sabemos que volveremos a tenerlo.

Que algo sea para siempre, incluso aunque nos guste, da vértigo. Que algo no vaya a ser nunca más, ahoga.

Y, desde entonces, intento ponerlo en práctica y soportar cada día, solo el dolor o la alegría de un día. Sin pensar en mañana. Pensando que nada es eterno, porque así es. Porque nunca se sabe. Lo que damos por hecho, un día se acaba; aquello con lo que no contábamos, un día aparece.

Por eso el vértigo y la angustia de la eternidad no nos sirven de nada. Porque, en cualquier caso, en la vida nada está asegurado.