domingo, 1 de noviembre de 2020

Recalculando ruta

 

Estás en el punto A y quieres llegar al punto B pero no sabes cómo. Pones el GPS y te dejas guiar. Te traza una ruta, te marca un camino y lo sigues, pero en un momento dado, te despistas, te confundes y coges la calle que no era. Una antes, una después. Esa ruta ya no vale, se queda obsoleta, se destruye. Pero OJO, eso no quiere decir que el destino ya no esté ahí, en su sitio. Tampoco significa que ya no puedas llegar, quizá aumenten los minutos que te quedan por llegar, pero tu guía, en apenas unos segundos, te “recalcula la ruta”. Te muestra otra alternativa, otras calles, otros giros, otros cruces; y al final, llegas.

Pues la vida es eso. Tienes un fin, un lugar al que deseas llegar cada día. Bueno, uno, o muchos.

Metas que conseguir y destinos a los que llegar siguiendo una ruta que a veces es simple como una línea recta y otras veces está llena de curvas, cruces, subidas, bajadas, e incluso, calles cortadas por obras, direcciones prohibidas que te obligan a retroceder, a modificar tu camino o a parar (por un momento).

Pongamos que ese punto A del que partes (“tu ubicación”) es donde estás hoy en todos los sentidos. Cómo estás, cómo te sientes, qué tienes, qué estás haciendo. Y el punto B (“tu destino”) es dónde quieres llegar, en todos los sentidos también. Qué quieres conseguir, qué te gustaría hacer, qué necesitas tener. Llámalo felicidad, estabilidad, un buen trabajo, un proyecto, una casa, una familia…

La vida te ofrece un plan, una ruta que, si te dejas llevar y vas siguiendo, te va a llevar a todos tus destinos. Pero a veces las cosas se tuercen, los caminos se cortan, las puertas se cierran y tu gps vital necesita “recalcular la ruta”. Y eso no quiere decir que ya no tengamos a dónde ir, solo que hay que adaptarse a los nuevos planes. Porque los planes (la vida) nunca se adapta a ti. El mundo no cambia para ti, las calles no se mueven, las distancias no se acortan y tus destinos no se reubican donde más te convenga a ti. A ti solo te queda recalcular rutas y seguir tirando.

Da igual lo bien calculados que tengas tus planes, lo establecida que tengas tu ruta. Puedes tener muy claro la carretera que vas coger, el/la copiloto que quieres llevar al lado, las paradas que piensas hacer, pero eso casi nunca se cumplirá a rajatabla. Te entra hambre antes de lo que esperabas, o sueño. Hay una tormenta, se cortan las carreteras. Tu copiloto decide cambiar de viaje.

Pero sigues en ruta.

Si algo hemos aprendido estos últimos meses es que nada es seguro, que no hay certezas. Que lo que nunca te imaginas, un día pasa. Por muy planeada que tuvieras tu vida, cada paso, cada día. Y no te queda otra que reinventarte, recalcular la ruta y avanzar buscando otro camino, pero sin dejar de mirar tu destino. Y confiar en que tu GPS interno, en lo más profundo de ti, te va a guiar. Dejarte llevar, seguir caminando y no dejar de mirar con ilusión hacia tu destino. Pase lo que pase.