domingo, 17 de abril de 2016

CRÓNICA DE UN BAILE (AL VIENTO)



Todo el mundo sabe que anoche, 16 de abril, Murcia bailó el viento al compás de un genio. Porque Manuel es eso, un genio. Y no es (sólo) con el micrófono y la guitarra; o con un piano; o con unas letras. Es un genio de corazón, y eso se respira en una ciudad entera cuando él está.

Llevo alrededor de once años sintiendo la misma ilusión que el primer día. Miento, siento más que el primer día. Once años en con mi trocito de Manuel siempre dentro, cada día de mi vida. Yo nunca me he cansado, y él nunca me ha fallado. Y eso, creedme, sólo lo consiguen los genios.

Anoche, a la vuelta del concierto, hice memoria y conté QUINCE. Quince conciertos que significan quince lugares, quince noches únicas e irrepetibles. Y personas, y nervios, y viajes, y recuerdos… quince multiplicados por mil millones de sensaciones; todas, os lo aseguro, maravillosas. 

De ese paseo por el recuerdo, algo que me llama la atención y, creo uno de los motivos por los que admiro a Manuel; es que le he visto tocar en sitios chiquititos, en sitios grandes; delante de apenas cien personas, y delante de miles; y él siempre, SIEMPRE, se deja el alma del mismo modo. Eso le define. 

Anoche Manuel se dejó el alma delante de no sé cuántas personas, eso da igual, pero a cada una de las que estábamos allí, nos recordó cosas importantes. Nos recordó cómo se baila con cada una de tus fibras, como si estuvieras sólo y nadie te mirara; sin complejos, sin miedos y sin prejuicios. Nos hizo encender una lucecita en representación de un sueño, y nos recordó que lo imprescindible es eso, darle luz a los grandes sueños, y a los pequeños; a todos. Perseguirlos y no dejar nunca de soñar. Nos recordó también que el mundo sería más bonito si existieran más hombres como él; nos invitó a gritar fuerte que “LA MUJER NO ES PROPIEDAD DE NADIE”, para que “ESOS MACHISTAS COBARDES SE AVERGÜENCEN”. Nos recordó que nunca, nadie, debe callar tu verdad. También se acordó y nos hizo recordar a todas esas personas que están librando una gran batalla, a todas esas personas valientes que se levantan cada día para luchar por vivir; se acordó de darles un empujoncito al ritmo de “Un pasito más, que sí se puede”. Y por supuesto, nos recordó (y qué importante es recordarlo) que basta con mirar a nuestro alrededor para sentirnos felices y afortunados. Que a veces, nada importa tanto. Que estamos bien y eso es suficiente. “Que no soy un pobre porque no tenga dinero, no tiene que ver, soy afortunao. Porque los mayores tesoros que tengo no los he comprao”

Después de dos horas recordándonos cosas importantes, por supuesto sin dejar ni un segundo de bailar, de cantar, de DISFRUTAR con todos sus huesos; nos dejó antes de irse con el mensaje que le representa. Con su esencia, con el motivo de su éxito y con el lema que, estoy segura, llevará por bandera eternamente: SER UNO MISMO EN CUALQUIER PARTE.

Porque no hay excusas, razones ni personas que debieran hacernos jamás ser lo que no somos. O dejar de ser lo que somos. Y aunque parece obvio, aún hay demasiadas personas que lo olvidan.



Anoche Manuel nos dio una lección, como cada noche. Y es que allí, en ese lugar, durante dos horas, él no es otro que él mismo. No actúa, no representa, no miente y desde luego no esconde ni reserva nada. Sale ahí y se regala desde el primer hasta el último segundo. Se deja un trozo de sí mismo en cada escenario para que todos los que estamos allí lo absorbamos y hagamos con él lo que queramos. Eso es generoso y valiente. Nos muestra su más infinita esencia porque tiene un maravilloso don para hacerlo de tal modo que el resto solo podamos mirar y dejarnos llevar con él. Con cada acorde, con cada palabra. 


GRACIAS Manuel, por todas las cosas que nos recuerdas siempre. Cosas que no deberíamos olvidar. Por hacerme aflorar, además, mis recuerdos más personales. Por hacerme sentir de nuevo cosas que sentí un día, y personas. 

Gracias por ofrecerme la posibilidad de ser tan terriblemente feliz en días como el de ayer. Por hacerme seguir creyendo en las personas, en los sueños y en la magia. Y que sí, es cierto, soy una afortunada. Por cosas tan simples como esta. Tan simples y tan grandes como estar ahí, en ese momento, y hacerlo acompañada de parte de las personas más importantes de mi vida. Porque nada tendría sentido de otro modo. Nada se soñaría igual si no hubieran estado allí.

Gracias por enseñarme que aunque el viento sople fuerte, siempre se puede capear el temporal. Que nunca un mar en calma hizo bueno a un marinero.

Que en la vida todo se puede bailar, hasta un huracán.

¡SÚBELE!