domingo, 13 de marzo de 2022

El vértigo de un para siempre

 

Hace unos meses, alguien me dio uno de los mejores consejos que me han dado nunca. No uno de esos que se dan por dar, no uno de esos que desde fuera parece fácil pero en la práctica nadie aplica, sino uno realmente valioso. Algo tan simple como poderoso: no pienses a largo plazo, piensa solo en “hoy”. No pienses que no vas a tener algo “nunca más”, sino que no lo tienes hoy.

Y sí, sigue siendo difícil soportar solo un día sin algo que quieres, echando de menos, o sobrellevando un dolor. Es difícil, pero puedes hacerlo. Sin embargo, pensar en que eso que te duele vaya a ser eterno, lo hace verdaderamente insoportable.

Ahí me di cuenta de que, lo que más duele, en realidad, es el peso del “nunca más”. Nunca más voy a abrazarte, nunca más voy a verte, nunca más voy a escucharte. Porque, aunque el dolor de un día sin algo o alguien sea el mismo, no se siente igual si tenemos por delante una fecha en la que sabemos que volveremos a tenerlo.

Que algo sea para siempre, incluso aunque nos guste, da vértigo. Que algo no vaya a ser nunca más, ahoga.

Y, desde entonces, intento ponerlo en práctica y soportar cada día, solo el dolor o la alegría de un día. Sin pensar en mañana. Pensando que nada es eterno, porque así es. Porque nunca se sabe. Lo que damos por hecho, un día se acaba; aquello con lo que no contábamos, un día aparece.

Por eso el vértigo y la angustia de la eternidad no nos sirven de nada. Porque, en cualquier caso, en la vida nada está asegurado.

 

domingo, 16 de enero de 2022

Me dijeron de pequeño...

 

“Me dijeron de pequeño, dónde vas que tú no puedes”, canta “mi Manuel”. Y qué importante lo que nos dicen.

El día que publiqué mi última entrada (la que hablaba sobre el suicidio) lo hice llena de dudas. Quizá porque hacía tiempo que no publicaba, quizá también por el tema del que quería hablar. Quizá porque creía que mis palabras podían ser malinterpretadas y era una cuestión delicada.

El caso es que lo subí con cierto recelo. Pero después, pasó algo maravilloso. Y fueron vuestras palabras de vuelta.

Los comentarios que algunas de vosotras me dejasteis me llenaron el corazón. Me hicisteis saber que lo que había expresado salía de dentro de mí (como siempre) y que fue recibido con la misma empatía y la sensibilidad que yo lo había escrito. Por tanto, nada de malas interpretaciones. Y me hicisteis saber cuando escribo consigo cosas que no podría conseguir de ninguna otra forma. Consigo expresarme, conectar, sensibilizar… puede que incluso consiga que simplemente, alguien pase un buen rato leyendo(me). O, como alguien me dijo por aquí: “remover conciencias”.

Y eso es algo que me llena más que nada en la vida.

Más de una vez, personas que me conocen bien, me han dicho que escribo como siento. Tal vez por eso no soy constante aquí, porque lo que escribo es lo que soy y, a veces, lo que tengo dentro no puede compartirse. Y no escribo, y dejo de hacer lo que más me gusta porque no estoy.

Pero cuando vuelvo, y lo hago, y me vacío, y me comparto; siempre aparece alguien. Alguien que me recuerda que esto tiene algún sentido. Que lo he hecho bien. Alguien que me anima a seguir escribiendo. Alguien que leyéndome intuye que me pasa algo y me pregunta. Alguien que se identifica con mis palabras y las comparte.

Y así, escribir me hace estar un poco más “viva”.

Así que gracias. A todas las personas que me leéis y que me hacéis saber que estáis ahí, que os ha gustado, que queréis más.

 

Si este es el único “don” del que me ha dotado la vida, tendré que hacerle caso.