domingo, 24 de diciembre de 2017

Sombras navideñas



El otro día iba caminando por la calle y de repente me di cuenta de que estaba proyectando dos sombras. A veces incluso tres. Lo primero que hice, muy disimuladamente, fue mirar de reojo, pensando que quizá había otra persona caminando  a mi lado. Con un poco de tensión, lo reconozco.
Pero no. No había nadie más. Las dos sombras (incluso la tercera) las proyectaba yo misma. Y supongo que será normal pero yo me quedé pensando y desde entonces le he dado muchas explicaciones dentro de mi cabeza.

Que a lo mejor, una nunca camina sola del todo. Que siempre hay algo o alguien que me acompaña aunque solo sea dentro de mí, aunque no lo tenga al lado físicamente, aunque no lo vea cuando miro de reojo.

O que quizá soy demasiadas partes de mí misma como para proyectarme en una sola silueta. Que tengo demasiadas sombras con las que vivo y convivo. Quizá esas sombras son lo que soy, o lo que me gustaría ser. O lo que querría dejar de ser pero no puedo.

Puede que la doble sombra sea la representación de que todo en la vida tiene dos caras, dos partes. La cara y la cruz, la risa y el llanto, el bueno y el malo, hablar o callarse.

Puede que fueran todas las partes de mí intentando salir, peleando por ganar. La que me dice siempre que piense, que utilice la cabeza; y la que me dice que me deje llevar. La que me dice que lo deje ir y la que me dice que no puedo soltarlo. 

La que quiere seguir siempre soñando muy alto y la que la agarra fuerte para mantenerla en el suelo. La que dice que no merece la pena y la que dice que quizá sí, un poco más. La que sabe que hay que irse y la que siempre quiere quedarse.

La que dice que no lo haga, que no lo diga, que no lo escriba… y la que dice hazlo, dilo, escríbelo. Llámala, no la llames. Lánzate, te vas a matar. Tíralo, luego lo vas a necesitar.

Así que supongo que no puedo proyectar una sola sombra porque soy demasiadas cosas que pelean entre sí o que tal vez solo intentan convivir, pero que necesitan salir. Y yo no sé cuál es la buena. La soñadora o la racional, la práctica o la visceral, la prudente o la que se lanza. La luz o la oscuridad. No lo sé pero siempre le doy la oportunidad a todas. Siempre intento dejarme ser. Y cuando dejo que fluya la sombra equivocada y me duele, solo espero que pase y seguir. Sin dejar nunca que ese error ni ese dolor me hagan encarcelar ninguna de mis partes, sin oprimir ninguna de mis sombras, sin dejar de ser todas las posibilidades. Sigo siendo todas, toda la gama, todos los extremos. Y sigo soñando con los pies en el suelo, y sigo diciéndolo aunque me guarde algunas palabras, y me marcho aunque sea poco a poco, o me quedo aunque no sea del todo. 

Solo intento dejar ser a todas mis sombras porque al final, todas soy yo. Porque ninguna es mejor, ninguna es la buena. Solo hay que lograr el equilibrio, solo tiene que compensar. 

Y la verdad, y menos mal… es que por mucho que me duela ser alguna de mis sombras, siempre compensa.

lunes, 27 de noviembre de 2017

Que cambie todo...




[La otra parte de la historia. Mi otra parte. El origen, la razón. Ella, de primera mano. Cuando le propuse esto tampoco se lo pensó, no lo dudó. “Claro que sí, cuenta con ello”. Es la primera vez que alguien que no soy yo escribe en este blog. Qué menos, ¿no?

Y antes de nada yo solo puedo darle las gracias. Por querer, por hacerlo, por adaptarse. Porque sé que si no fuese porque YO se lo he pedido, ella no lo habría hecho. Porque no lo necesita. Porque estas no son sus maneras, este no es su estilo, ella no “funciona” así. No abre el alma con facilidad, no dice demasiado. Y ha dejado ver un trozo de sí misma para todos vosotros sólo porque yo quería que lo hiciera.

Lo primero que me llamó la atención cuando leí lo que había escrito, es que le había puesto título, “Que cambie todo”. Luego, además, se me escaparon algunas lágrimas y unas risas, también. 

Aquí lo tenéis, o la tenéis, a ella.]




QUE CAMBIE TODO

Ya lo dijo Juanes… “que cambie todo, pero no el amor”

El amor en todas sus formas, la forma de amar, la forma de querer.

Que no dejemos de tenernos, que no cambiemos el querernos.

Que sigamos siendo tan únicas y esto nuestro, tan imperturbable en el tiempo y la distancia.

Que nos enfademos, nos desesperemos… que nos demos capones, e incluso, ¡que nos odiemos! pero que no cambie el amor. 

Que tú sigas creciendo, que yo avance a trompicones, pero que siempre tengamos nuestra isla, nuestro pequeño paraíso allí donde estemos cada una. 

Que siempre seamos familia.

Me has regalado una casa siempre, un hogar al que volver cuando lo merecí, y también (y sobre todo) cuando no. 

Que siempre me engañes cuando quieras reír, porque yo siempre me voy a creer todo lo que tú me digas. 

“Siempre”, mucho “siempre” en este escrito… pero más “siempre” aún hay en ti.

Tú eres sinónimo de siempre.

Y los que nos cruzamos en tu camino, sabemos que ese cruce es ya para siempre.

Gracias por creer en mí más que yo misma, por la fe. Gracias por ayudarme a crecer, porque tú siempre siembras vida.

Así que, que cambie todo… que cambie la ciudad, el trabajo, el dinero… que cambie todo eso que importa tan poco, pero que no cambie el amor.

10 años después de empezar a querernos, aquí seguimos.

Vamos, a seguir llenándonos, de Jony y de Maik, de rice, lemaos, zartis y Toshiba (¿qué es Toshiba?). Vamos a seguir apretándonos la cabeza con las manos y fundiéndonos en abrazos infinitos (¨nena, estás muy flaca… cómete un bocadillo¨)

Vamos a por un “pasado, presente, futuro” lleno de SIEMPRE.




-       “La verdad es que nunca he sabido por qué me quieres tanto”
-       “Ya, yo tampoco lo sé”


Has de saber ahora tú, que yo también te quiero, montañita.


L.
 

domingo, 26 de noviembre de 2017

Dos años y un ciclo.



Cuando una decide escribir un libro (al menos cuando lo decidí yo) puede escoger varios caminos. Cuando empecé a escribir y a dar forma a lo que quería crear, enseguida me di cuenta de que yo sólo podía escoger uno. Y era el de darlo todo.

Probablemente lo más complicado de escribir un libro y publicarlo, para mí, fue asumir la idea de que si lo hacía, debía ir con todo; y con todo lo que ello implica. Abrirme en canal, intentar expresar con el máximo detalle posible cada sentimiento y cada razón que me había llevado hasta ahí. Hasta Alma de Superhéroe.

Escribir un libro desde las entrañas es empezar un ciclo muy difícil de continuar, muy difícil de mantener a la altura y muy difícil de (algún día) cerrar.

Por eso, dos años después y tras pensármelo mucho, decidí que algo tan especial como Alma de Superhéroe merece hacer una parada igual de especial (o más). 

Hablar sobre el origen de Alma de Superhéroe es hablar de una persona. Una persona que me cambió la vida para siempre, que de algún modo, me la dio… y de algún otro modo también me la “quitó”. 

Escribir sobre ciertas cosas, meterlas en un libro y echarlas a volar es una gran responsabilidad. Hablar de amor, de amor infinito, de amor de mi vida; hablar de siempre, hablar de para siempre; hablar de un montón de cosas que, si yo no creyera de verdad, no tendría sentido hablar.

No tendría valor ninguna de esas páginas si hoy no pudiera seguir creyendo que soy un alma de superhéroe. Que, aunque seguramente hoy ya no las escribiría igual, sigo siendo leal y fiel a cada palabra porque de verdad salieron de lo más profundo de mí. 

Escribí ese libro para, de alguna forma, salvarme. Para vaciarme. Para recomponerme. Para liberarme. Para hacer algo eterno. Para que algo se fuera. Para que algo llegase. Y creo que todo eso es ser un superhéroe. Hacer lo que una necesita para salvarse y para salvar a otros. Sea lo que sea. 

Hace dos años, un día como hoy, no sabía qué me iba a deparar el futuro. No sabía si había hecho lo correcto, si merecía la pena haber hecho a alguien inmortal en esas páginas y haberlo hecho con tanto amor. No sabía si algún día ella lo leería. No sabía si volvería a verla. No sabía nada y aún así, nunca dudé ni un segundo de que nunca iba a arrepentirme de ninguna de mis palabras porque siempre supe que más allá de las circunstancias, de la vida, de la distancia, de ella y de cualquier otra cosa o persona; estoy yo. Y yo hace ya casi diez años que tengo claro que empecé a quererla en algún momento que no puedo ni identificar, y que nunca iba a dejar de hacerlo.

Y eso es lo único cierto, lo único que sé, lo único que no cambia y lo único que depende de mí. Que voy a quererla siempre, que esas letras siempre van a ser verdad, en cualquier momento en el que sean leídas, seguirán siendo verdad. Seguirán siendo verdad y seguirán siendo para siempre. Y no sé cuánto de lejos o cerca estaremos mañana, en un mes o dentro de otros diez años, pero seguiré latiendo (al menos en una parte) a ese compás. 

No ha sido fácil y probablemente no vaya a serlo nunca, encontrar siempre un punto en el que volver a encontrarnos. Encontrar siempre un sitio al que volver. Porque a veces nos hemos ido tan lejos que una ya no recuerda el camino. A veces hemos sentido incluso la palabra nunca. Hemos sentido que no, que no se podía, que nunca podríamos. Hemos sentido un montón de cosas y no todas han sido de las que dan aire; hemos sentido también las que ahogan, las que aprietan, las que escuecen.

Pero al final “las luces te guiarán a casa”. Al final siempre pesa más lo bueno, siempre tira del corazón una fuerza poderosa que nos arrastra hasta volver a fundirnos en un abrazo que, a pesar de todo, siempre es como el primer día. 

Y no, no es necesario que una relación dure toda la vida para que entre dos personas exista un amor verdadero y eterno. Lo que hace que sea amor y que sea verdadero es esto. Es seguir teniendo estas palabras para alguien que es todo lo que yo nunca sería. Para alguien capaz de hacerme dudar mil veces si debería estar escribiendo esto, antes de escribirlo. Para alguien que (creo) aún no es un alma de superhéroe pero que sigo teniendo fe en que llegará a serlo. 

Alguien que me ha hecho dudar mucho, llorar, crecer, aprender y VIVIR.

Alguien que sigue siendo también todo eso por lo que la quiero, que hace la vida fácil, que entiende que la vida es solo disfrutar, que nada es tan importante. Que me hace reír siempre. 

Alguien que intenta también entender mi manera de ser, de hacer y de sentir; y adaptarse, a pesar de tener maneras tan absolutamente distintas. Alguien que a pesar de todo también sigue siendo mi hogar. Que cuando busca el suyo, me encuentra a mí. Alguien que no dudó ni un segundo cuando le conté que tenía esta idea. 

Alguien que sigue siendo todos los recuerdos, sigue siendo Juanes, Manuel Carrasco, “ese pedacito que me sabe a poco”. Sigue siendo “Dig”. Y nunca quitará el seguro antes de que yo abra la puerta; y yo nunca esperaré que quite el seguro para abrirla. 

Y para algunas cosas puede que nos llegásemos demasiado pronto, y que ya siempre vaya a ser demasiado tarde. Pero para el alma, nunca habrá tiempo. En lo importante, en lo valioso, somos atemporales. Ni pasado, ni presente, ni futuro. Porque como dice Juanes, “para tu amor no hay despedidas, para tu amor yo solo tengo eternidad”


Escribir un libro desde las entrañas es empezar un ciclo muy difícil de continuar, muy difícil de mantener a la altura y muy difícil de (algún día) cerrar.
Tardó un año en aterrizar en sus manos, y otro año más para ir recolocándonos pieza a pieza. Pero ahora sí, el ciclo está cerrado. 

Gracias.

Y felices dos años, Alma de Superhéroe.

 



“Montañas de sal, mi luz mi puerto, mi lugar…”