Estaba escuchando una canción que me ha recordado a
una época de mi vida. Hace unos años, antes de que existieras.
He pensado en eso, en cómo era yo antes de ti. Cómo
recuerdo el mundo, mi mundo, antes de que pasaras. Pocas veces lo hago. Apenas consigo
recordar demasiado; parece que hubieran pasado cientos de años. El tiempo es
así de relativo, y según dónde mires, parece que han pasado minutos, meses o
mil años.
Si me miro en los viajes, en las fotos, en los
conciertos… sé que mi vida es mucho más larga antes que después de ti. Y aún
así, parece que nada hubiera existido hasta entonces.
Cuando me miro el alma, los años se hacen largos
contigo. Y creo que antes no existía. Nada contaba, nada era. Yo no era.
Como si las canciones no hubiesen sido escritas
antes de que nos conociéramos, como si el mar no estuviera ahí mucho antes que
todo. Como si todo, absolutamente todo, no existiera antes y siguiera
existiendo después y a pesar de ti.
Qué locura.
El tiempo que pasa en el mundo no es el tiempo que
pasa en lo más profundo de cada ser. Ahí dentro no hay calendarios. Aunque, a
veces sí, casualmente coincide, y es domingo, en el mundo y en el corazón.
La primera vez que escuché esta canción (digo la
primera y quiero decir las primeras 80, aproximadamente) me pareció muy triste.
Los finales me parecen tristes. Las cosas que acaban, las cosas que creíamos
eternas.
“Ya no seremos para siempre”, me pareció una frase letal, un puñetazo en el
estómago. En serio, ¿hemos dejado de ser para siempre? ¿Se puede dejar de ser
cuando hemos sido para siempre? Yo creía (o creo, no lo sé) que no. A veces no
puedes dejar de ser, pero sí puedes decir “Ya no” de muchas formas, a muchas
cosas. Hay cosas que sí, aunque nos pareciera imposible, acaban. Etapas,
historias, momentos; da igual.
Hasta a alguien o algo que es para siempre se le
puede decir “ya no”. Incluso a una misma. No hay nada ni nadie a quien no le
puedas decir que ya no.
Entonces empecé a escuchar la canción con otros
oídos, y entendí que puede ser tan triste como yo la vea. Pero que más allá de
la tristeza, decir “Ya no” es dejar de estar presa. Es respirar libre. Es descolgarse
una mochila pesada, soltarse una cuerda que no te dejaba avanzar. Que a veces,
decir ya no a determinadas cosas es dejar la posibilidad de un sí abierta a
otras. Y que no significa dejar de ser, no significa fallar a tu corazón, ni
incumplir promesas. Significa sólo que has saltado a ese escalón desde el que
ya hay vuelta atrás. Desde el que no puedes retroceder porque, aunque lo
hicieras, ya nada sería igual. “Los ojos que ahora miras no los veo yo”.
Detrás de cada persona que creemos que estará ahí
eternamente, pase lo que pase, hagamos lo que hagamos, se esconde siempre un YA
NO, esperando su momento exacto. Esperando que esté lista, esperando que sea
capaz de pronunciarlo. Y llega, siempre llega.
Al final, creo que la canción es triste, sí; pero no
para mí. No para quien lo pronuncia, sino para quien esperaba que jamás lo
hiciera. Es triste para quien llega un día a buscar a la persona de siempre,
para quien creía que estaría aquí a pesar del tiempo, de la distancia, de la
vida. Triste para quien ha llegado tarde. Para quien ha perdido el tren, la
ocasión, la oportunidad.
Sin embargo, es valiente, poderosa y positiva para
quienes han llegado al punto exacto en el que decir YA NO. Para quien es libre.
Y ahora lo entiendo; Manuel tenía que traerme ese
mensaje en este momento. No podía llegar ahora para enseñarme la parte triste. Tenía
que recordarme que quizá va siendo hora de dar pasos y decir más de un “Ya no”.
Y seguir bailando el viento, siempre hacia el futuro y siempre diferente.
A los que estáis en el lado de los que se atreven a
pronunciar el ya no, os mando fuerzas, ánimo, y os aseguro que sois valientes.
A los que estáis al otro lado, a los que estáis a
punto de perder el tren y encontraros con una puerta cerrada con un cartel de
YA NO, os digo que vosotros sabréis. Pero que nadie os va avisar, que no habrá
prórroga. Que dejéis de creer que estáis a salvo de un ya no, que tenéis a esa
persona ahí para siempre sólo porque sí. Porque no, nadie es para siempre. Siempre,
siempre, hay un límite; un punto, un escalón. Siempre hay un YA NO, y ese ya,
es irreversible.
Hay días que aunque pasaran mil años, seguiría
teniendo grabados a fuego en lo más profundo de mi alma. Una vez, los reyes se
retrasaron, los cumpleaños se adelantaron, y toda la magia de los días
especiales del año me llegaron al corazón. Ese día no desenvolví un paquete, no
quité papel ni abrí sobres. Ese día descubrí que el mejor regalo lo tenía
dentro y que sólo tenía que llegar el momento exacto para poder abrirlo.
Ese día me descubrí de un modo que nunca antes. Empecé
a contar, nacieron partes. Y ya nunca he visto el mundo con el mismo sentido. Nunca
nada ha vuelto a ser como antes. Y aunque pasen mil años, seguiré celebrando.
Celebro que conocí, que me conocí. Que tomé el
desvío exacto en el camino. Que di el paso más crucial en mi viaje vital. Que desde
entonces sólo he sido mejor. Porque hay noches que marcan vidas. Decisiones,
instantes y besos que harán que abras puertas tras las que eres infinita.
Por eso hoy celebro. Aunque celebrar no siempre es
reír y brindar. A veces se celebra por dentro, de todos los colores y de todos
los sabores. Y si hoy me cortaran el corazón en cien cachitos, cada uno tendría
una razón diferente para sentirse de un modo diferente. Habría alguno triste,
alguno feliz. Habría negros, blancos y multicolores. Otros que echan de menos. Otros
que sólo recuerdan. Y algunos que sólo miran adelante. Seguro que alguno
estaría sonriendo, y otro derramaría las lágrimas más sinceras del planeta en
este instante. Quién sabe cuántos más, cuántas cosas.
Pero todos juntos, todos esos cachitos, felices,
tristes, melancólicos y esperanzados están celebrando dentro de mí que hoy es
un día importante para ellos. Para todos. Es su día. El día de todos los
pedazos en los que un día se rompió mi corazón, celebran que siguen vivos,
reconstruyendo y recomponiendo. Se están abrazando, sonriendo, brindando, y
deseándose muchos años más.
Y también, por supuesto, están dando las gracias.
"Para tu amor no hay despedidas, para tu amor yo sólo tengo eternidad."