sábado, 13 de marzo de 2021

Como el voleibol

 

El voleibol es un deporte de equipo. Cada equipo lo forman seis jugadoras que ocupan las seis posiciones en las que se divide la pista.

Este deporte tiene una peculiaridad en la que hace unos días que llevo pensando, y es que, a diferencia de otros deportes, hay una regla que obliga a “rotar” en cada cambio de saque. Es decir, cada jugadora tiene que pasar constantemente por las distintas posiciones en la pista.

A mí me parece que eso es un plus añadido, un punto a favor de la sensación de compañerismo (tan importante en un deporte de equipo). En cada posición en la que te encuentras te sientes diferente. En unas te sientes más cómoda que en otras, en unas disfrutas más del juego, otra es tu punto débil… así que puedes entender que al resto de tus compañeras les pasa igual. Intentas dar indicaciones, ponerlo fácil a las demás, colocar una pelota lo mejor posible para que otra remate (como sabes que te gusta que te la coloquen a ti), cubres las espaldas y apoyas cuando tu compañera salta a un bloqueo por si se le escapa, del mismo modo que sabes que cuando saltas tú, hay alguien detrás por si.

En definitiva, no hay mejor forma de empatizar con el resto, cuando has estado en su posición.

Como en la vida.

No nos damos cuenta, pero lo cierto es que la vida es como una pista de voleibol. La vida es un partido en el que cada punto te toca jugarlo desde una posición distinta. Y siempre, siempre, te va a tocar pasar por cada una de las posiciones sin excepción. Aunque creas que no, aunque creas que nunca.

Y si la mirásemos así, quizá seríamos más capaces de empatizar con los demás, de ponernos en el lugar de otras personas y tratar siempre, desde el nuestro, dejar las pelotas lo mejor colocadas posible. Ayudar, respetar, no juzgar y apoyar.

Siempre he pensado que la regla universal que debiera dominar el mundo es aquella de que “no hagas a los demás lo que no te gustaría que te hicieran a ti”. Que si viviéramos cada día con esa idea presente, todos seríamos un poco mejores. Si mirásemos la vida como un partido de voleibol, recordaríamos en todo momento que hoy estamos aquí, pero mañana estaremos allí.

Un día eres la herida y otro eres la cura. Un día eres el que se va y otro el que se queda. Un día eres quien deja y otro a quien dejan. Un día eres quien llora y otro día eres quien ríe.

Y no hay excepciones. Nadie se libra de ninguna posición. Ni de lo bueno ni de lo malo.

A veces hay que estar en un lugar para saber lo que se siente, y una vez que has pasado por ahí, aprendes a ser un poco mejor compañera.

Del partido que estoy jugando en este momento de mi vida estoy aprendiendo muchas cosas, pero sobre todo, (y aunque ya lo sabía), que tengo detrás de mí al mejor equipo que una puede pedir en este mundo. Que aunque esta posición no es la que mejor se me da, aunque es la más difícil para mí, voy a aguantar hasta que el árbitro pite y toque “rotar” y pasar a la siguiente.

El partido sigue y seguimos jugando. Hasta el último punto.

Gracias a todas por pelear cada pelota conmigo.