Me pregunto por qué a algunos os da tanto miedo
decir te quiero, o que os lo digan. Por qué hay personas que se paralizan
cuando sienten. Por qué encuentran siempre una razón por la que no decirlo. O no
sentirlo.
No sé cuál es el problema. Decir te quiero no es
firmar una hipoteca, ni un compromiso, ni una atadura eterna. A veces, un te
quiero es sólo eso, te quiero. Y para decirlo (y para sentirlo) no es necesario
estar segura de querer pasar el resto de tu vida con esa persona, ni estar
enamorada hasta la última de tus fibras. Querer no implica más allá que eso,
querer. Se puede querer en un día, en dos, en tres. En una hora. En un abrazo. Se
puede y se debe. Y no pasa nada.
Querer es bonito, y decirlo más. Y seríamos más
felices si nos sintiéramos libres de hacerlo. Sin pensar tanto en lo que eso
supone, en lo que significa, en lo que conlleva. Porque todo eso no es cierto. Porque
decir a alguien que le quieres sólo significa que le quieres, y que eres lo
suficientemente generoso como para compartirlo. Nada más.
Un te quiero no es una firma, no es un contrato. Es
un detalle, un abrazo y una suerte.
Huir de cualquier te quiero es caminar directo
hacia la infelicidad.
No hay comentarios:
Publicar un comentario