lunes, 2 de abril de 2018

Abril


Abril. Es lo que me queda para ponerle el tic a esas cosas que hacer antes de los treinta.  Y creo que ya no queda tiempo para pisar nuevos países, hacer una maratón ni escribir otro libro. Pero sí queda tiempo suficiente para venerar aquel último abril que me puso delante todo en lo que ya no creía justo antes de los veintinueve. Sí queda el tiempo suficiente para tachar cosas de una lista que realizar, entender o superar antes de los treinta y que sé que tengo que hacerlas por dentro.

A mi lista de deseos que poder tachar antes de los treinta, pero de los de verdad, de los importantes, de los esenciales; quiero añadir algunos este abril. Otros ya los cumplí.

Quiero tachar, por ejemplo, el de tener la convicción absoluta de que nunca fui una más. Que ahora sé que no es necesario tener un nombre para ser muchas cosas, que sin ser nada se pueden tener cosas “nuestras”; un sitio en aquella mesa de aquella cafetería, una palabra que no significa nada para el resto del mundo pero que dos personas siempre les hará reír, y más de una broma absurda que sea como sea, les pertenece. 

Que no siempre quien duerme a tu lado es quien sueña contigo y viceversa. Pero que a veces, coincide y eso es suerte. Y eso lo aprendí en abril. 

Grabarme a fuego que la palabra “domesticar” no la merece cualquiera. Que todo lo que he amado, cada día, noche o segundo, cuenta; pero no siempre merece la pena. Aunque algunas merezcan libros. O eso pensara yo en algún momento.

Que todo lo que se va y desaparece voluntariamente no hay que querer que vuelva y se quede. Hay que dejarlo ir.
Que en algunas vidas dejé mucho más de mí y más de verdad que todo de lo que se llenan. Y que yo debería saber verlo en los demás, también.
Que algunas personas juntas son extraordinarias y separadas solo son corrientes. Otras, simplemente, te obligan a hacerte corriente, a ser menos, a dejar de ser. Esas fuera.
Que siempre hay que tener una caja llena de recuerdos de momentos, cosas y personas que algún día te hicieron feliz, te hicieron crecer y te hicieron mejor. Pero algunas mejor sólo ahí, guardadas en lo alto del armario. Sin abrirlas pero sin quemarlas.

Que no hay nada mejor en la vida que ser agradecida y valorar cada segundo que alguien te entrega de su valioso tiempo, de su amor. Cada vez que alguien se preocupa por ti, se acuerda de ti, te llama, te escribe, te pregunta cómo estás, te intenta animar, te abraza con la intención de reconstruirte. Y sobre todo, de las que quieren quedarse a pesar de todo. Esas siempre en mi equipo.

Y que en todos los lugares y personas en las que tú no sientas lo mismo de vuelta, nunca debes tratar de permanecer.
Que nunca es tarde para echar a volar, a correr o a desaparecer. Porque aunque nunca seas como ellas, a veces hay que parecerse.

Me queda un abril para reafirmarme en todo lo que ya sé y soy, y para llegar a ser lo que aún no. 

Bueno, un abril y toda la vida después.


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