No
sé si aún llego a tiempo de pedir algo. Como si llegar tarde fuese la razón por
la que nunca llega, por la que nunca se cumple. Así que, qué más da.
Del
2017 he aprendido que soy capaz de malgastar todos mis deseos, estrellas
fugaces, velas de cumpleaños y “rezos” antes de dormir; en cosas que nunca van
a llegar. Y aun así, lo último que hice el 31 de diciembre, a las 23:55h fue
escribir en un papel lo que quería pedirle al 2018. Las doce uvas, los doce
meses, volví a usarlos y supongo, a malgastarlos. Porque no se cumple, porque
es mentira.
Hoy
creo que una no desea, una se propone. Se propone y se busca la vida para
traerlo, y entonces ya veremos si la vida te deja. Si te sopla a favor o en
contra. Y la verdad, casi siempre te pega en la frente.
Así
que para el 2018 me he propuesto dejar de hacerlo. Dejar de desear, dejar de
pedir, dejar de creer. No malgastar estrellas fugaces, ni las velas de los 30,
ni las próximas doce uvas. No querer muy fuerte nada antes de dormir. Ni al
despertar tampoco. No esperar nunca que llegue la suerte. No esperar. Nunca.
Y
por si cumpliera, le pido que se lleve. Que se lleve sueños que no existen,
mochilas que pesan, lastres y todo lo que duele.
Le
pido que se acabe lo que ahoga, y respirar. Solo respirar.
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