El otro día
iba caminando por la calle y de repente me di cuenta de que estaba proyectando
dos sombras. A veces incluso tres. Lo primero que hice, muy disimuladamente,
fue mirar de reojo, pensando que quizá había otra persona caminando a mi lado. Con un poco de tensión, lo
reconozco.
Pero no. No
había nadie más. Las dos sombras (incluso la tercera) las proyectaba yo misma. Y
supongo que será normal pero yo me quedé pensando y desde entonces le he dado
muchas explicaciones dentro de mi cabeza.
Que a lo
mejor, una nunca camina sola del todo. Que siempre hay algo o alguien que me
acompaña aunque solo sea dentro de mí, aunque no lo tenga al lado físicamente,
aunque no lo vea cuando miro de reojo.
O que quizá
soy demasiadas partes de mí misma como para proyectarme en una sola silueta. Que
tengo demasiadas sombras con las que vivo y convivo. Quizá esas sombras son lo
que soy, o lo que me gustaría ser. O lo que querría dejar de ser pero no puedo.
Puede que
la doble sombra sea la representación de que todo en la vida tiene dos caras,
dos partes. La cara y la cruz, la risa y el llanto, el bueno y el malo, hablar
o callarse.
Puede que
fueran todas las partes de mí intentando salir, peleando por ganar. La que me
dice siempre que piense, que utilice la cabeza; y la que me dice que me deje
llevar. La que me dice que lo deje ir y la que me dice que no puedo soltarlo.
La que
quiere seguir siempre soñando muy alto y la que la agarra fuerte para
mantenerla en el suelo. La que dice que no merece la pena y la que dice que
quizá sí, un poco más. La que sabe que hay que irse y la que siempre quiere
quedarse.
La que dice
que no lo haga, que no lo diga, que no lo escriba… y la que dice hazlo, dilo,
escríbelo. Llámala, no la llames. Lánzate, te vas a matar. Tíralo, luego lo vas
a necesitar.
Así que
supongo que no puedo proyectar una sola sombra porque soy demasiadas cosas que
pelean entre sí o que tal vez solo intentan convivir, pero que necesitan salir.
Y yo no sé cuál es la buena. La soñadora o la racional, la práctica o la
visceral, la prudente o la que se lanza. La luz o la oscuridad. No lo sé pero
siempre le doy la oportunidad a todas. Siempre intento dejarme ser. Y cuando
dejo que fluya la sombra equivocada y me duele, solo espero que pase y seguir. Sin
dejar nunca que ese error ni ese dolor me hagan encarcelar ninguna de mis
partes, sin oprimir ninguna de mis sombras, sin dejar de ser todas las
posibilidades. Sigo siendo todas, toda la gama, todos los extremos. Y sigo
soñando con los pies en el suelo, y sigo diciéndolo aunque me guarde algunas
palabras, y me marcho aunque sea poco a poco, o me quedo aunque no sea del
todo.
Solo intento
dejar ser a todas mis sombras porque al final, todas soy yo. Porque ninguna es
mejor, ninguna es la buena. Solo hay que lograr el equilibrio, solo tiene que
compensar.
Y la
verdad, y menos mal… es que por mucho que me duela ser alguna de mis sombras, siempre
compensa.
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