Ella es en
sí misma el sofá, la manta y la peli. El invierno y la lluvia de fuera y el
calor de estar en casa.
Es todo el
pasado que se fue, que dolió y que no va a volver. Es todos los porqués. Las razones,
las casualidades y el destino. Es el futuro que sabes que nunca va a ser. Es presente
intermitente, a ratos, a golpes y a destiempo.
Eres tú. O al
menos, podrías serlo.
Tengo una
caja llena de cosas que no te he dicho y quizá algún día, antes de irme, te la
deje debajo de la cama, o en lo alto de un armario. Está llena de razones que
podría haberte dado. Llena de entradas de cine de todas las películas que hice
en mi cabeza y que nunca fuimos a ver. Llena de letras en las que te cuento que
de todas las cosas que nos quedaron pendientes, últimamente me asalta
especialmente la idea de bailar contigo. Con cada canción que escucho, me
revientan las ganas de bailar cerca de ti. Y de contártela por la mañana justo
antes de salir de la cama. Las ganas que salen justo desde el centro del pecho.
Ahí donde algo empuja fuerte, como queriendo escapar. Y a lo mejor eres tú,
luchando por salir de lo más profundo de mí. A veces quizá eso es lo que ahoga,
alguien que quiere salir y que nos empeñamos en retener.
Te dejaré
en la caja también un lo siento, por haber querido retenerte aquí, entre mis
costillas. Siento haberme quedado demasiado tiempo despierta cuando querías
dormir. Y así con todo. Todo se parece a ese momento en que tú solo necesitas
cerrar los ojos y descansar y alguien te toca y te despierta una y otra vez.
Perdóname. Pero
es muy difícil (más de lo que te imaginas) dejar salir del alma a alguien que
es sofá, manta y peli. Todo al mismo tiempo.
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