No sé cuántas veces me he puesto delante de esta
página en blanco. Cuántas veces he cerrado sin escribir ni una palabra. Porque no
me salen. Porque no lo sé.
Porque no sé si es a ti o a quién, ni sé qué. Ni cómo
decirlo.
Hay días (bueno, en realidad son personas, no los
días) que te pasan como un huracán. Y aunque a veces creo que soy un videojuego
del que he superado todos los niveles, hay días (o personas) que me demuestran
que no. Que el juego no termina nunca, que los niveles son infinitos y que
incluso a veces despierto diez niveles más abajo que cuando me dormí. O eso me
parece. Pero no, en realidad no.
Hoy sé que he superado el nivel infinito del perdón.
Aunque ya lo imaginaba.
Y, creo, he superado el nivel de volver a creer. O puede
que ese aún esté en mitad de la partida. Pero he recuperado las vidas
suficientes para conseguirlo. Y eso también ha sido en uno de esos días. O en
una persona.
No lo sé.
O sí.
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