Estaba escuchando una canción que me ha recordado a
una época de mi vida. Hace unos años, antes de que existieras.
He pensado en eso, en cómo era yo antes de ti. Cómo
recuerdo el mundo, mi mundo, antes de que pasaras. Pocas veces lo hago. Apenas consigo
recordar demasiado; parece que hubieran pasado cientos de años. El tiempo es
así de relativo, y según dónde mires, parece que han pasado minutos, meses o
mil años.
Si me miro en los viajes, en las fotos, en los
conciertos… sé que mi vida es mucho más larga antes que después de ti. Y aún
así, parece que nada hubiera existido hasta entonces.
Cuando me miro el alma, los años se hacen largos
contigo. Y creo que antes no existía. Nada contaba, nada era. Yo no era.
Como si las canciones no hubiesen sido escritas
antes de que nos conociéramos, como si el mar no estuviera ahí mucho antes que
todo. Como si todo, absolutamente todo, no existiera antes y siguiera
existiendo después y a pesar de ti.
Qué locura.
El tiempo que pasa en el mundo no es el tiempo que
pasa en lo más profundo de cada ser. Ahí dentro no hay calendarios. Aunque, a
veces sí, casualmente coincide, y es domingo, en el mundo y en el corazón.
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