La primera vez que escuché esta canción (digo la
primera y quiero decir las primeras 80, aproximadamente) me pareció muy triste.
Los finales me parecen tristes. Las cosas que acaban, las cosas que creíamos
eternas.
“Ya no seremos para siempre”, me pareció una frase letal, un puñetazo en el
estómago. En serio, ¿hemos dejado de ser para siempre? ¿Se puede dejar de ser
cuando hemos sido para siempre? Yo creía (o creo, no lo sé) que no. A veces no
puedes dejar de ser, pero sí puedes decir “Ya no” de muchas formas, a muchas
cosas. Hay cosas que sí, aunque nos pareciera imposible, acaban. Etapas,
historias, momentos; da igual.
Hasta a alguien o algo que es para siempre se le
puede decir “ya no”. Incluso a una misma. No hay nada ni nadie a quien no le
puedas decir que ya no.
Entonces empecé a escuchar la canción con otros
oídos, y entendí que puede ser tan triste como yo la vea. Pero que más allá de
la tristeza, decir “Ya no” es dejar de estar presa. Es respirar libre. Es descolgarse
una mochila pesada, soltarse una cuerda que no te dejaba avanzar. Que a veces,
decir ya no a determinadas cosas es dejar la posibilidad de un sí abierta a
otras. Y que no significa dejar de ser, no significa fallar a tu corazón, ni
incumplir promesas. Significa sólo que has saltado a ese escalón desde el que
ya hay vuelta atrás. Desde el que no puedes retroceder porque, aunque lo
hicieras, ya nada sería igual. “Los ojos que ahora miras no los veo yo”.
Detrás de cada persona que creemos que estará ahí
eternamente, pase lo que pase, hagamos lo que hagamos, se esconde siempre un YA
NO, esperando su momento exacto. Esperando que esté lista, esperando que sea
capaz de pronunciarlo. Y llega, siempre llega.
Al final, creo que la canción es triste, sí; pero no
para mí. No para quien lo pronuncia, sino para quien esperaba que jamás lo
hiciera. Es triste para quien llega un día a buscar a la persona de siempre,
para quien creía que estaría aquí a pesar del tiempo, de la distancia, de la
vida. Triste para quien ha llegado tarde. Para quien ha perdido el tren, la
ocasión, la oportunidad.
Sin embargo, es valiente, poderosa y positiva para
quienes han llegado al punto exacto en el que decir YA NO. Para quien es libre.
Y ahora lo entiendo; Manuel tenía que traerme ese
mensaje en este momento. No podía llegar ahora para enseñarme la parte triste. Tenía
que recordarme que quizá va siendo hora de dar pasos y decir más de un “Ya no”.
Y seguir bailando el viento, siempre hacia el futuro y siempre diferente.
A los que estáis en el lado de los que se atreven a
pronunciar el ya no, os mando fuerzas, ánimo, y os aseguro que sois valientes.
A los que estáis al otro lado, a los que estáis a
punto de perder el tren y encontraros con una puerta cerrada con un cartel de
YA NO, os digo que vosotros sabréis. Pero que nadie os va avisar, que no habrá
prórroga. Que dejéis de creer que estáis a salvo de un ya no, que tenéis a esa
persona ahí para siempre sólo porque sí. Porque no, nadie es para siempre. Siempre,
siempre, hay un límite; un punto, un escalón. Siempre hay un YA NO, y ese ya,
es irreversible.
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