Que no
sabes lo que tienes hasta que lo pierdes a lo mejor a veces es verdad, pero
cuánto daño ha hecho. Cuánto nos estamos equivocando.
Tener que
irte de un sitio para que te valoren, para que te echen de menos, para que se
despierten las ganas de ti puede que funcione, pero es triste, ¿no?
Tener que
esperar a que alguien se vaya para valorarlo, para echarlo de menos, para que
se te despierten las ganas, es triste y además, arriesgado. ¿No? Porque una vez
llegado al punto en que alguien se va, por mucho que tú despiertes, por mucho
que te des cuenta, por más que quieras que vuelva, existe la posibilidad de que
ya no. Porque no depende de ti, porque el que se va a lo mejor no quiere
volver.
Así que no
le veo el acierto a confiar en esa especie de psicología que nos hace creer que
la mejor forma de que se nos aprecie, es ausentarnos. Irnos, abandonar,
desaparecer. Qué tontería. Qué desacierto, qué desperdicio no saber ver lo
afortunada que eres por tener lo que tienes, cuando lo tienes (y no después).
Porque hay
personas que lo que necesitan es que alguien se quede, incluso aunque no lo
digan, aunque sea en silencio. Y a veces se nos olvida porque nos han metido en
la cabeza esa absurda idea de que tienes que irte para que te quieran. Pero ¿y
si quieren que te quedes?
Yo creo que
cuando decides quedarte, cuando decides intentarlo, la vida siempre te da
opciones. Puede que funcione, puede que no, puede que te quieran, puede que no.
Pero siempre hay una posibilidad, siempre hay una puerta delante y siempre hay
tiempo para irse cuando ya no quedan ganas ni fuerzas. Pero si decides irte, si
cierras la puerta por el otro lado, se acabó. Y da igual porque ya no hay
opciones.
Hay dos
tipos de personas en el mundo, las que se van y las que se quedan. Y supongo
que no hace falta decir en qué grupo me incluyo, ni de las que me gusta
rodearme. Procuro irme solo cuando sé que no voy a querer volver. Y ojalá nunca
tenga que perder algo para entonces, valorarlo (pero seguro que yo también
caeré en la trampa muchas veces). Y ojalá nunca me quieran sólo cuando ya me
haya ido (pero también seré objeto de la trampa muchas veces).
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