Es verdad que muchas veces una escribe mejor, o
desde más adentro, cuando está triste, rota o destruida. Casi siempre lo que
más inspira es lo que más duele. Porque sale, porque sangra y las palabras
fluyen como si de verdad salieran de la herida.
Pero otras veces las ganas de escribir también
llegan cuando una se salva. Cuando hay calma, construcción y mucha piel. Las palabras
fluyen también de la risa, del deseo, de las ganas de verte.
Y yo no sé cuáles son mejores, de cuáles salen más
libros, más artículos o más me gustas; pero si tengo que elegir, me quedo con
éstas. Con las palabras que salen con una sonrisa detrás. Con las palabras que
van llenas de ganas, de ilusión. Con las que sienten más el futuro que el
pasado, pero que sobre todo, están repletas de presente.
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