Hola, amor. (Qué
bonito poder llamarte así, por tu verdadero nombre)
Tenía que hacer una
parada en este viaje para mirarte tranquilamente, para observarte y sobre todo,
para contártelo.
He decidido
embarcarme en un sueño, y tengo el deber de hacer un alto en el camino para
compartirlo contigo porque la realidad
es que mi sueño comenzó en ti, contigo. Si hoy puedo escribir esto, si
tú estás leyendo, si alguien en algún lugar está leyendo, es por ti. Porque me
encontraste, porque te encontré. Porque nos vivimos.
Aunque yo ya existía
antes de ti, es desde entonces cuando realmente soy. Cuando llegaste nacieron
partes de mí, de mis sueños. Me descubriste, tú. Sólo con aparecer ya me
mostraste lo que nadie nunca. Lo que soy, lo que siento, lo que quiero. Lo que
no sabía, lo que no entendía. Todo lo que no tenía sentido empezó a tenerlo
contigo. Todo lo que desconocía de mí, del amor, de los besos. Las cosas que la
vida no puede enseñarnos de otro modo, las cosas que no se aprenden en ningún
lugar salvo en ti.
Por eso te debo parte
de mi sueño, de mi alma en construcción. Porque fuiste el origen, el principio
de lo que hasta hoy es todo. Las personas no nacen y mueren sólo una vez, sino
tantas veces como encuentran luz en su interior y tantas como se enfrentan a la
más temible oscuridad. Y yo nací contigo. Mi corazón ya latía antes, pero tú le
cambiaste el ritmo. Y así con cada órgano, con cada sentido, con cada fibra.
Todo empezó a ser de nuevo.
También morí por ti,
contigo. En la vida todo tiene un precio, y cuando algo o alguien te crea,
adquiere por defecto el poder de destruirte. Eso también me lo enseñaste tú.
Conocerte fue el
inicio de un proceso (seguramente infinito) de construcción, de creación, de
conocimiento, de evolución. Porque, aunque dejases de estar, no has dejado de
ser, jamás. Sigues siendo en mí. Cada luz que prendiste sigue encendida, cada
parte de mí que me mostraste sigue funcionando. Todo sigue viviendo. Y aunque
creyera que no podría, mi corazón sigue latiendo al ritmo que le marcaste. Un
ritmo que se ha ido adaptando, amoldándose a mis pasos, a mi intensidad, a mis
deseos y a mis ilusiones. Pero sin dejar nunca de ser aquél, el mismo.
Y yo sólo puedo darte
las gracias. Porque desde que llegaste, mientras estuviste, al marcharte y al
seguir siendo hasta hoy, no has hecho más que ofrecerme posibilidades,
oportunidades. La oportunidad de sentir en cada centímetro de mi ser el amor
verdadero, el amor más profundo e incondicional. Y soy consciente de que eso es
un regalo. La oportunidad de empezar de nuevo, de reconstruirme. La posibilidad
de elegir ser mejor, de querer mejor, de sentir mejor, de exigir mejor. De
descubrir mis límites, de diferenciar el bien y el mal, lo que quiero y lo que
no.
Compartir mi vida
entera contigo es una de las cosas más bonitas que he hecho nunca. Entregarme
al máximo y beberte hasta el último trago. Abrirte en canal, absorberte y
sentir que nunca es suficiente, que siempre puedo querer más. Creer que eras
imprescindible, que no podría vivir sin ti, y descubrir luego que sí, que
puedo. Pero que si tuviera que elegir, elegiría siempre un mundo donde tú
existieras.
Son tantas cosas,
tantas posibilidades, que podría pasarme toda la vida dando las gracias.
Gracias de verdad. Incluso aunque me arrancaras un trozo de alma que creía que
no recuperaría jamás. A pesar del dolor, de lo que te he echado de menos. De
los conflictos internos, de los pulsos entre la cabeza y el corazón. Aunque me
hicieras dejar de creer por momentos. De confiar en que algún día volverán a
cambiarme el ritmo. A pesar de todo y por encima de todo, sigo estando
agradecida. Gracias por tantas primeras veces, por tantas puertas abiertas a lo
desconocido. Por las noches, por los días, por las letras y los besos. Por tu
calma a mi tempestad y tu silencio a mi ruido.
Creo que la mejor
manera de agradecerte ha sido y será siempre, hasta el final, quererte con todo
mi ser. Prestarte mi corazón cuando te rompan el tuyo, ser tu hogar cuando no
sepas dónde ir y seguir cavando hasta encontrar la mejor parte de ti cuando
todos los demás se hayan ido.
Otra forma, y la única
que podía materializar, era ésta. Dedicarte un espacio en mi gran sueño.
Enviarte esta carta, y gritar al mundo que el amor puede salvar, puede crear
almas de superhéroe, personas mejores. Puede enseñarte quién eres y qué sueño
quieres perseguir. Y te puede dar también la fuerza para hacerlo realidad.
Tengo todas las
razones para escribirte porque la razón de todo, la esencia, has sido tú.
Te quiero, siempre.
(Alma de Superhéroe)
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