La intensidad del dolor se puede intentar medir en
una escala del 1 al 10. Cuánto te duele, ahora mismo. Y la intensidad dice
mucho de un dolor y de lo soportable que puede ser, pero no lo dice todo.
Yo creo que la capacidad para soportar un dolor no
está tanto en la intensidad del mismo, sino en el tiempo que lo vas a tener que
soportar. Y a veces, no saber cuánto tiempo va a dolerte algo, es lo que de
verdad te duele. Lo que te desespera, lo que te hace creer que no podrás.
Por eso siempre duelen más las primeras veces. Porque
no lo sabes. Porque no sabes que se pasa. Que todo pasa.
No voy a negar que la primera vez que te rompen el
corazón (o cualquier otra cosa) duele mucho, puede que del 1 al 10… un 12. Sí,
esa intensidad es cierta. Pero la sensación es de 20, de 50, de mil. Porque ya
no es el corazón roto lo que te duele, es la desesperanza. Es la idea de que
eso no va a acabarse nunca, que ese dolor no va a calmarse. Por eso es tan
insoportable, porque crees que es para siempre.
Yo creo que la verdadera fuerza para soportar el
dolor está en la confianza en que pasará. Saber que algo (que duele) tiene un
final es lo que hace que no tires la toalla. Eso es lo que aprendes cada vez que
algo te duele tanto que crees que no sobrevivirás. Aprendes que sí, que
sobrevives. Que todo acaba, lo bueno y afortunadamente también lo malo.
Os he dado la clave, el truco. Os hago un spoiler y
os adelanto que sobreviviréis. Aunque duela lo máximo, solo tienes que aguantar
hasta que se pase. Porque se pasa. Prometido.
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