Las visitas y las conversaciones trascendentales de
cualquier domingo, sirven para muchas cosas. Para entender que en el mundo
siempre hay dos caras. Que hay personas que no merecen lágrimas, sonrisas ni
amor; que por desgracia a veces parece que son mayoría. Pero que aún hay
personas que sí. Que aún hay esperanza; que aún podemos salvar el mundo y
acabar con los malos.
Cerrar puertas a quienes hacen daño y abrir ojos a
quienes hacen el mundo mejor, debería ser un deber, una obligación, de todos
cada día.
Hay días, como hoy, que aún creo en las personas
extraordinarias; que existen, que están en cualquier parte y hay que estar
siempre atento, por si te las cruzas. Y agarrarlas fuerte y entregarte más
fuerte todavía. Porque con esas sí, merece la pena.
Menos mal que a veces la misma moneda te regala sus
dos caras. Que del dolor se puede sacar alguna alegría, que no hay mal que por
bien no venga. “Que la misma luz que te ciega, guiará cada uno de tus pasos”…
Menos mal que hay personas que al irse no solo
arrasan sino que dejan a otras personas que te ayudan a recomponerte y
continuar.
Menos mal.
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