Lo
reconozco, no estoy hecha para olvidar (o para olvidarte, no sé). No tengo esa
capacidad, y antes siempre creía que era por eso por lo que no lo hacía.
Pensaba que no podía, simplemente. Como volar, por ejemplo, no vuelo porque no
puedo. Pues con lo de olvidar igual.
Así
que durante un tiempo, creí que si no (te) olvidaba, era porque por más que lo
intentase, por fuerte que quisiera, era imposible para mí. Y creía también que
si pudiera, lo haría. Que si tuviera la oportunidad de elegir olvidar o no, si
pudiera adquirir esa capacidad, la asumiría con gusto, que me sentiría
poderosa.
Pero
lo cierto es que si un día tuviera el poder de elegir olvidar, si pudiera
cambiar, borrar o arrancar ciertas cosas de mi cabeza, de mi memoria, de mi
historia o de mi corazón, no lo haría. Que seguramente no olvido porque no sé
hacerlo, porque no estoy hecha para olvidar, pero que tampoco quiero estarlo.
Que aunque tuviera todos los poderes en mi mano y pudiera decidir ser como los
que sí pueden, no querría serlo. Que de cien mundos, elegiría siempre en el que
tú estuvieras.
Y
eso que tantas veces me ha hecho daño,
hoy me hace feliz. Porque siempre es mejor querer con libertad, que hacerlo en
contra de tu deseo. Y supongo que siempre es mejor que te quieran libres que que
te quieran presos. Y yo ahora lo sé, que si pudiera cambiar mi forma de querer,
no lo haría. Que es así como yo quiero, sin tiempo, sin condiciones, sin
límites y sin posibilidad de olvidar. Y sobre todo, que es así como quiero
seguir queriendo el resto de mi vida.
Qué bonito. Me siento tan identificada con este texto...
ResponderEliminar