No hay muchas cosas de mí misma de las que me sienta
especialmente orgullosa. No así de orgullo de ese que dices, joé, qué orgullosa
estoy de lo que he hecho, de lo que he conseguido, de lo que tengo, de lo que
sea. Tampoco hay muchas cosas (de mí misma) de las que me sienta especialmente
afortunada. Lo normal, vamos.
Pero hay una de la que, a medida que pasan los años,
más orgullosa y afortunada me siento. Cada vez que me paro a pensar, cada vez
que miro a mi alrededor, cada vez que veo lo que otros viven, lo que otros
sienten.
Cada día estoy más orgullosa de mi capacidad
infinita de amar, de enamorarme, de cualquier persona. De no tener que
definirme, ni limitarme, ni etiquetarme. De no sentir la necesidad de seguir
las normas, las costumbres y las tradiciones. De sentirme libre en lo más
importante, en lo esencial, en lo imprescindible; en el AMOR.
De pocas cosas en la vida puedo sentirme tan
orgullosa y afortunada, como de que, cuando era pequeña, me gustaba jugar al
fútbol, Y JUGABA. Me gustaban los camiones, Y LOS TENÍA. En mi comunión llevé
vestido y luego me lo quité y me puse la equipación del Real Madrid, PORQUE LA
QUERÍA. Pedí el balón oficial de la liga, Y ME LO REGALARON.
Y nunca, jamás, me sentí rara, ni diferente, ni
aislada. Nunca nadie me dijo que eso no era de niñas. Nunca nadie se burló de
mí. Nunca nadie me rechazó. Nunca nadie me prohibió nada. Nunca nadie me impuso
nada.
Luego me hice mayor y me enamoré de una mujer. Y a
nadie le sorprendió. Y nunca nadie me hizo sentir mal. Nunca nadie me (nos) miró
raro, ni diferente.
Así que de eso sí, me siento orgullosa y afortunada.
Me gusta (mucho) ser quien soy. Y tengo la suerte de poder serlo porque todas
las personas que me rodean tienen la capacidad, el valor, la educación y el
deseo de respetar la libertad de las personas. Tengo suerte porque nací aquí y
no allí.
Y tengo suerte porque aunque sea inconcebible,
demasiadas personas no lo viven así. Porque demasiadas otras personas no tienen
la capacidad, el valor, la educación ni el deseo de respetar a los demás porque
son quienes son. Porque una condición sexual NO SE ELIGE, sólo se es. Pero es
que aunque se eligiera, aunque una fuera lo que quisiera ser (y no quien
irremediablemente es) tendría el maldito mismo derecho a ser respetada.
Así que yo soy una afortunada porque no he tenido
que pelear en mi vida personal por mis derechos y libertades, porque nadie me
los ha intentado quitar. Pero hoy se celebra el DÍA INTERNACIONAL DEL ORGULLO
LGTBI, porque no todo el mundo tiene mi suerte. Porque hay muchas personas en
el mundo que todavía no pueden ser quienes son. Porque les persiguen, les prohíben,
les matan. Les increpan, les apalean, les discriminan… (y un sinfín de verbos
que no quiero ni expresar) sólo POR ENAMORARSE de otra persona. En serio,
pensadlo un poco, POR ENAMORARSE.
Yo no necesito pelear por mi libertad porque la
disfruto cada día, pero pienso hacerlo porque nunca se sabe. Porque quizá
mañana sí. Porque hoy otros también.
Porque oye, contra el terrorismo no sólo luchan las
víctimas. Contra el maltrato no luchan sólo las maltratadas. Contra el machismo
no luchan sólo las mujeres. Y contra la homofobia NO TENEMOS QUE LUCHAR SÓLO
L@S HOMOSEXUALES (bisexuales, transexuales, etc). Tenéis que luchar todos. Como
luchamos todos a una contra el resto de violencia. Porque contra el odio, la
discriminación, la injusticia y las BARBARIDADES de la sociedad debemos luchar
TOD@S. Nos afecta a todos, nos corresponde a todos, limpiar el mundo de basura,
de ignorancia, de violencia, de maltrato, de MIEDO.
Nos corresponde a todos pelear por un mundo en el que
todos tengamos los mismos derechos, las mismas posibilidades, la misma libertad;
sin que importe de dónde venimos, de quién nos enamoramos y quiénes somos.
Porque de verdad, hoy no crees que sean tus derechos
los que están en peligro, pero mañana QUIÉN SABE.